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Éramos ricos y no lo sabíamos

27 de Marzo de 2020 - Por Héctor Aguilar

Hace tan solo una semana me encontraba trabajando en un nuevo y emocionante proyecto en África hasta que, como medida de contención contra la pandemia, el gobierno de Botswana canceló el visado a todos los visitantes, obligándonos a abandonar el país a la mayor celeridad posible. Por su parte, la embajada española me aconsejó salir del país en menos de 48h ante el posible cierre de fronteras de la Unión Europea y España sumado a la posibilidad de quedarme atrapado en África por un periodo de tiempo indeterminado.

Y así, 48h después y tras un extenuante viaje repleto de problemas debido al cierre de varias fronteras, aterricé de nuevo en Barcelona. “¡Por favor!, respeten la distancia de seguridad de un metro entre personas”, se escuchaba por los altavoces de un aeropuerto fantasma. Era una estampa que solo había visto en esas películas de catástrofes. Lo que más me sobrecogió fue esa sensación de vacío, un profundo silencio acompañado de una luz totalmente diferente, fría. Las pantallas del aeropuerto no anunciaban vuelos, estaban en blanco, las cintas no transportaban equipajes, todos los negocios estaban cerrados...

Y fue ahí, cuando me vi bajando de ese avión con guantes de plástico y mascarilla, fue justo en ese momento cuando me di cuenta que ya nada volvería a ser igual. 

Primer día de confinamiento, pero con la fortuna de tener un perro al que pasear unos cuantos metros tres veces al día. En ese paseo matutino, ataviado de guantes y mascarilla me crucé con una vecina, quien a más de un metro de distancia, se confesaba asustada por las noticias, su edad la situaba en población de riesgo y nerviosa, se colocaba su mascarilla con manos temblorosas a la vez que me miraba con cierta desconfianza mientras le narraba mi epopeya por los aeropuertos de medio mundo. Una conversación distante y fugaz, pero me despedí de ella ofreciéndome por si necesitaba ayuda para cualquier cosa. Después, fui al quiosco y el hombre me dijo que cerraría al día siguiente, que estaba asustado. Pero me informó que otro quiosco más lejos, seguiría abierto contra viento y marea. Informaciones de barrio que son cruciales en tiempos de confinamiento. 

Una larga cola delante del supermercado para hacerme con víveres, guardando siempre la distancia prudencial, silencio y miradas cómplices entre vecinos, como la que tuve con la cajera del supermercado, a la que admiro por su valentía. Cómo no había reparado antes en ella, en sus cualidades especiales. Pero me está pasando con gente en la que apenas reparaba. No veíamos lo que teníamos delante. Ni a la vecina de enfrente, que ayer por primera vez hablaba con ella, de balcón a balcón, como en las películas italianas. Solo nos sonreímos y nos preguntamos qué tal y si todo iba bien, suficiente para empezar después de cuatro años...Sí, empezar. 

Porque cuando pase todo esto quizás solo se trate de empezar de nuevo, de observar el mundo con una mirada distinta, ver lo que realmente es importante, lo que sí nos hace felices y sin embargo, no lo sabíamos. 

Antes fantaseábamos con los planes que haríamos si fuéramos millonarios y ahora soñamos en los planes que haremos con todas las personas que queremos y que no podemos ver. Sí, ahora, cuando sabemos cómo se sienten los animales en los zoológicos, justo en este momento, pensamos que quizás sea cierto eso de que en las pequeñas cosas está la felicidad. Puede que sea un tópico, pero es cierto que vivir situaciones como esta nos hace valorar realmente todo lo que tenemos: el cariño de los nuestros, el paseo en un domingo soleado, ese café con los amigos en la plaza, una escapada con tu pareja, jugar con tus hijos en el parque, las risas con tus compañeros de trabajo... Éramos ricos y no lo sabíamos. 

Corren tiempos de tolerancia, flexibilidad, empatía y adaptación. Afrontamos situaciones a las que nunca antes nos habíamos enfrentado, es momento de desaprender, de reflexionar. De nosotros depende el enfoque que le queramos dar y la utilidad que le encontremos a este tiempo que nos ha venido dado. ¡Sí! tiempo, algo muy escaso en tiempos pretéritos pero muy abundante durante el confinamiento. ¿En qué te gustaría emplear este tiempo? 

Cuando el confinamiento termine y vuelvas a la vida ¿De qué manera te gustaría vivirla?