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En tiempos de resiliencia

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En tiempos de resiliencia

6 de Abril de 2020 - Por Héctor Aguilar

¿Cómo afrontamos momentos difíciles como los que estamos viviendo estos días? ¿Qué es aquello que nos permite adaptarnos a situaciones traumáticas como la pérdida de un ser querido, un amigo o nuestro trabajo? La respuesta a porqué nos adaptamos, se llama resiliencia. 

El término tiene su origen en la física. Es la capacidad de la que está dotada un material para resistir un impacto y retomar su forma original. Una pelota de caucho es un objeto resiliente, al contrario que el cristal de una ventana que, frente a un impacto, se romperá y no recuperará su forma anterior. Este fenómeno físico sirvió de metáfora para el ser humano, que puede recibir el impacto de un trauma, no destruirse y seguir adelante.

Por tanto, La resiliencia es esa curiosa capacidad que todos tenemos de sobreponernos a períodos de dolor emocional y situaciones adversas. ¡Sí! tú también posees esa fortaleza interior de forma natural, aunque tal vez no la tengas desarrollada pues no es innata, no viene en genes ni ADN se ha de entrenar.

Durante décadas multitud de investigadores han observado que ciertas personas son capaces de enfrentarse a obstáculos y situaciones tremendamente dolorosas con gran entereza y sin mostrar comportamientos victimistas ¿Qué es lo que exactamente hace que estas personas muestren tanta entereza a pesar de estar viviendo situaciones tan terriblemente desfavorables?

Resulta que la resiliencia no tiene nada que ver con las situaciones que vivimos sino con una disposición interior, ningún acontecimiento es traumático en sí mismo, no existen situaciones desesperadas, sino más bien personas que se desesperan ante sus situaciones, personas que cuando la vida aprieta se derrumban. No se trata de la situación sino de nuestra percepción e interpretación.

Las personas poco resilientes suelen percibir la adversidad de forma negativa, sintiendo que no tienen los medios para combatirla y con ello anulan sus mecanismos psicobiológicos de crecimiento y fomentan una neuro rigidez que solo les debilita.

Las personas resilientes por el contrario perciben la adversidad como un desafío y esto les permite encontrar seguridad interior. Se niegan a percibir los acontecimientos como traumáticos. Viven las adversidades y los eventos negativos sin derrumbarse, por muy dolorosos que estos resulten. Cuando necesitan superar la tristeza de una pérdida y transitar por un duelo emocional se preguntan: ¿Qué puedo aprender yo de esto?

Por tanto, aunque nuestro enfoque inicial sea negativo, podemos aprender a percibir nuestras situaciones de vida de forma diferente para replantearlas en términos positivos. 

Algo que nos puede ser de mucha ayuda es buscar referentes que nos inspiren, que nos motiven en nuestra lucha. Pueden ser personas de tu entorno o personajes históricos. 

Nelson Mandela

Un ejemplo de persona resiliente que a mi siempre me ha inspirado es Nelson Mandela, encarcelado atrozmente durante 27 años por sus ideas y acciones contrarias al apartheid imperante en Sudáfrica.

Mandela tuvo la suficiente fortaleza interior y entereza para no rendirse durante su larguísimo cautiverio, y salir con fuerzas para promover el cambio que buscaba 27 años atrás.

Mandela consiguió acabar con la discriminación étnica y se convirtió en presidente de su país a los 76 años contribuyendo a la lucha por la democracia, la paz y la libertad a nivel internacional.

¿Cómo puedes tú entrenar y fortalecer esta resiliencia que ya está en ti? Te invito a poner en práctica estas tres estrategias muy sencillas de incorporar en tu vida:

Cuéntate otra historia

Todos tenemos un narrador interno que tiende a exagerar. Cuando vivimos tiempos difíciles, este narrador tiende a decirnos que será así por siempre. Cuando se trata de calcular el impacto y la duración de los eventos dolorosos y proyectas estos eventos hacia el futuro, tendemos a exagerar muchísimo. A esta conclusión han llegado los doctores Tim Wilson y Dan Gilbert que en sus estudios de Pronóstico afectivo han encontrado que las cosas malas nos hacen sentir mal pero no por tanto tiempo como pensamos ni con tanta intensidad. Las personas solemos aferrarnos a la desesperación con mucha facilidad pero rara vez llegamos a experimentar esos extremos que habíamos imaginado.

El Doctor Wilson explica que del mismo modo que nuestro sistema inmunológico nos defiende de agentes infecciosos, poseemos un sistema inmunológico psicológico que cura nuestras heridas emocionales, según su investigación, nuestra mente inconsciente utiliza este mecanismo para ayudar a la mente consciente a relativizar nuestras vivencias dolorosas, de modo que con el paso del tiempo nuestro narrador interno comienza a contarnos una historia más agradable

Aunque la voz interior tienda al dramatismo, con el tiempo todo se va reenfocando gracias a este sistema inmunológico psicológico y la mejor forma de favorecerlo es mantener siempre una actitud resiliente. Cuando vivas situaciones adversas, no te creas la terrible historia que tu mente te cuenta tan fácilmente, cuestiónala y ábrete a la posibilidad de que tal vez tu mente esté equivocada y las cosas no sean tan dramáticas como parecen.

Cambia tu actitud

Con una actitud negativa el camino hacia la resiliencia se convierte en tortuoso. Cuando nos negamos a considerar los eventos negativos como oportunidades de crecimiento y en lugar de ello nos dedicamos a seguir victimizándonos, la resiliencia se queda durmiendo en su guarida secreta. La actitud es uno de los nutrientes principales que ayuda a que nuestra resiliencia se exprese.

Con una actitud de crecimiento nos daremos cuenta que muchas de nuestras fortalezas siempre estuvieron ahí, pero nuestra ceguera nos impedía verlas. Una buena forma de cultivar esta actitud tiene mucho que ver con la primera estrategia, es parecido a contarte otra historia, pero en este caso somos mucho más específicos. Cambiamos los típicos pensamientos derrotistas por pensamientos resilientes, expansivos y edificantes.

Por ejemplo, en lugar de: “No puedo, esto no me sale bien, me rindo. Suficiente, así mismo está bien, no puedo hacerlo mejor. Es demasiado complicado. No soy lo suficientemente fuerte. Me culpo por mis errores. Nunca lo lograré.

Podemos comenzar en su lugar a decirnos cosas como: ¿Qué puedo hacer para mejorar? Probaré algo nuevo. ¿He dado lo mejor de mi? Siempre puedo mejorar. Siempre puedo aprender. Esto me llevará algún tiempo. Puedo fortalecer mi resiliencia. Mis errores ayudan a mejorar. Seguiré aprendiendo.

Ahora bien, está claro que para poder hacer este cambio o reenfoque necesitas ser consciente de los pensamientos indeseables, lo cual requiere de cierta destreza. Muchas veces suceden de forma tan automática que ni nos damos cuenta y si no nos damos cuenta difícilmente vamos a poder reorientar nuestro pensamiento.

Es por ello que siempre recomiendo la práctica de Mindfulness o atención plena como una práctica hacia el florecimiento de esta autoconciencia. Con práctica vas a ver todo lo que tu mente pone delante de ti vas a aprender a tomar distancia de tus peores pensamientos y vas a poder escoger un cambio de actitud ante la vida.

Sumándose a la actitud hay otro apunte importante. El cortisol atenta contra la resiliencia. Fortalecer nuestra resiliencia también repercute por tanto en el estado de salud física. Es por eso que hacer deporte frecuentemente nos ayudará a encontrarnos mejor y fortalecer nuestra resiliencia.

Otro aspecto igual de importante que hacer ejercicio es fijarse metas con un significado personal, por muy insignificantes o trascendentales que sean estos objetivos, es lo que nos permite gestionar bien nuestros hábitos y tomar las riendas de nuestros actos. La resiliencia consiste, en parte, en orientarse hacia el horizonte de lo posible.

Y un último aspecto que se sume a una buena actitud es, usar el humor para empoderarte. El humor es un valiosísimo recurso para quitarle importancia a las cosas a la vez que se obtiene una sonrisa a cambio.

Hacer bromas sobre algo relacionado con los problemas personales es perfectamente saludable, teniendo en cuenta que se aborda el tema obteniendo una respuesta emocional que es agradable y nos libra del peso del estrés. Un ejemplo que vemos durante estos días son los memes que compartimos sin parar con nuestros familiares y amigos. 

Enfrentar tus miedos

Muchos profesionales utilizan la terapia de exposición para ayudarnos a cambiar las asociaciones negativas que en el pasado establecimos con determinados estímulos. Si hay algo que nos aterra hay una forma muy eficaz de enfrentarlo. En lugar de luchar con ello y resistirnos, nos exponemos lenta y repetidamente a eso que tanto nos asusta.

Por ejemplo, si nos aterra la opinión ajena y esto nos convierte en personas poco sociables y comunicativas, nos exponemos en pequeñas dosis a ese miedo que nos bloquea. Podemos acudir a reuniones e interactuar más de lo normal, de este modo vamos superando el miedo a través del acto sostenido de enfrentar las emociones que tanto nos molestan. La idea de esta estrategia no es eliminar nuestros miedos de un plumazo sino entrar en contacto con nuestro valor y nuestra resiliencia. 

Recuerda siempre que no se trata de dejar de tener miedo sino de seguir adelante a pesar del miedo.

El autoconocimiento es un arma muy poderosa y las personas resilientes saben usarla a su favor. Saber cuáles son nuestras principales fortalezas y habilidades, así como las limitaciones y debilidades, hace posible trazar metas más objetivas y realistas. Asimismo nos permite identificar los aspectos en los que podemos mejorar es un camino directo a fortalecer nuestra autoestima y autoconfianza.

Además de conocerse, una persona resiliente reconoce la importancia del trabajo en equipo y sabe pedir ayuda cuando lo necesita. El autoconocimiento nos permite mejorar la capacidad de reconocer y expresar las emociones. Sobre todo en momentos en que estemos sufriendo, esta es una buena forma de afrontar situaciones dolorosas. También nos permite identificar emociones de rabia o enfado que nos estén haciendo comportarnos de una forma poco saludable.

Se observa que a mayor actividad cognitiva y a mayor capacidad intelectual aumenta la resiliencia, no sólo emocional, sino de las neuronas y la parte más biológica de afrontamiento del estrés.

Conclusión

La resiliencia puede ser entrenada y desarrollada. Podemos aprender a percibir los estímulos de forma diferente para replantearlos en términos positivos. Cuando más nos esforzamos por ser resilientes más reforzamos esta capacidad. Pero cuanto más caemos en actitudes victimistas y derrotistas, más se atrofian nuestras fortalezas interiores.

Ser resilientes es una habilidad que se refuerza con el uso y se atrofia con el desuso. Hacer uso de nuestra resiliencia empieza siempre con una decisión consciente y cuanto más la cultivamos con nuestro esfuerzo, dedicación y persistencia, más se vigoriza.

Recuerda, destierra la idea de que no puedes….El hecho de salir fortalecidos de las situaciones adversas puede implicar que en un futuro, ante una situación que nos despierte los mismos sentimientos de frustración, tristeza, rabia o desesperanza, podamos reaccionar de forma distinta y escribir una historia con otro final.

Éramos ricos y no lo sabíamos

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Éramos ricos y no lo sabíamos

27 de Marzo de 2020 - Por Héctor Aguilar

Hace tan solo una semana me encontraba trabajando en un nuevo y emocionante proyecto en África hasta que, como medida de contención contra la pandemia, el gobierno de Botswana canceló el visado a todos los visitantes, obligándonos a abandonar el país a la mayor celeridad posible. Por su parte, la embajada española me aconsejó salir del país en menos de 48h ante el posible cierre de fronteras de la Unión Europea y España sumado a la posibilidad de quedarme atrapado en África por un periodo de tiempo indeterminado.

Y así, 48h después y tras un extenuante viaje repleto de problemas debido al cierre de varias fronteras, aterricé de nuevo en Barcelona. “¡Por favor!, respeten la distancia de seguridad de un metro entre personas”, se escuchaba por los altavoces de un aeropuerto fantasma. Era una estampa que solo había visto en esas películas de catástrofes. Lo que más me sobrecogió fue esa sensación de vacío, un profundo silencio acompañado de una luz totalmente diferente, fría. Las pantallas del aeropuerto no anunciaban vuelos, estaban en blanco, las cintas no transportaban equipajes, todos los negocios estaban cerrados...

Y fue ahí, cuando me vi bajando de ese avión con guantes de plástico y mascarilla, fue justo en ese momento cuando me di cuenta que ya nada volvería a ser igual. 

Primer día de confinamiento, pero con la fortuna de tener un perro al que pasear unos cuantos metros tres veces al día. En ese paseo matutino, ataviado de guantes y mascarilla me crucé con una vecina, quien a más de un metro de distancia, se confesaba asustada por las noticias, su edad la situaba en población de riesgo y nerviosa, se colocaba su mascarilla con manos temblorosas a la vez que me miraba con cierta desconfianza mientras le narraba mi epopeya por los aeropuertos de medio mundo. Una conversación distante y fugaz, pero me despedí de ella ofreciéndome por si necesitaba ayuda para cualquier cosa. Después, fui al quiosco y el hombre me dijo que cerraría al día siguiente, que estaba asustado. Pero me informó que otro quiosco más lejos, seguiría abierto contra viento y marea. Informaciones de barrio que son cruciales en tiempos de confinamiento. 

Una larga cola delante del supermercado para hacerme con víveres, guardando siempre la distancia prudencial, silencio y miradas cómplices entre vecinos, como la que tuve con la cajera del supermercado, a la que admiro por su valentía. Cómo no había reparado antes en ella, en sus cualidades especiales. Pero me está pasando con gente en la que apenas reparaba. No veíamos lo que teníamos delante. Ni a la vecina de enfrente, que ayer por primera vez hablaba con ella, de balcón a balcón, como en las películas italianas. Solo nos sonreímos y nos preguntamos qué tal y si todo iba bien, suficiente para empezar después de cuatro años...Sí, empezar. 

Porque cuando pase todo esto quizás solo se trate de empezar de nuevo, de observar el mundo con una mirada distinta, ver lo que realmente es importante, lo que sí nos hace felices y sin embargo, no lo sabíamos. 

Antes fantaseábamos con los planes que haríamos si fuéramos millonarios y ahora soñamos en los planes que haremos con todas las personas que queremos y que no podemos ver. Sí, ahora, cuando sabemos cómo se sienten los animales en los zoológicos, justo en este momento, pensamos que quizás sea cierto eso de que en las pequeñas cosas está la felicidad. Puede que sea un tópico, pero es cierto que vivir situaciones como esta nos hace valorar realmente todo lo que tenemos: el cariño de los nuestros, el paseo en un domingo soleado, ese café con los amigos en la plaza, una escapada con tu pareja, jugar con tus hijos en el parque, las risas con tus compañeros de trabajo... Éramos ricos y no lo sabíamos. 

Corren tiempos de tolerancia, flexibilidad, empatía y adaptación. Afrontamos situaciones a las que nunca antes nos habíamos enfrentado, es momento de desaprender, de reflexionar. De nosotros depende el enfoque que le queramos dar y la utilidad que le encontremos a este tiempo que nos ha venido dado. ¡Sí! tiempo, algo muy escaso en tiempos pretéritos pero muy abundante durante el confinamiento. ¿En qué te gustaría emplear este tiempo? 

Cuando el confinamiento termine y vuelvas a la vida ¿De qué manera te gustaría vivirla?